Los fascinantes historias de Cuyo, son trasmitidas de generación en generación sin pausa. Recorrer los escenarios donde sucedieron estos relatos, es una forma distinta de conocer la región.

En La Rioja y San Juan
La veneración a la Difunta Correa
“No hay corazón en San Juan
que, por curtido que sea,
no haya sentido la muerte
de la difunta Correa”
(León Benarós, Romance de La Difunta Correa)
En el transcurso del año 1835, un criollo de apellido
Bustos fue reclutado en una leva para las montoneras de Facundo Quiroga
y llevado por la fuerza a La Rioja. Su mujer, María Antonia Deolinda
Correa, desesperada porque su esposo iba enfermo, tomó a su hijo y
siguió las huellas que había dejado.
La gente del lugar, asombrada por lo sucedido, comenzó a visitar su tumba y llevarle flores y agua.
La dura existencia de la mujer y su muerte heroica
–rápidamente considerada como el signo de una disposición divina- dieron
paso a la devoción popular. En la actualidad, cerca de un millón de
personas por año llegan hasta el santuario para rendirle homenaje a la
que consideran un modelo de madre y esposa fiel.
En San Juan y Mendoza
El mito de Juancito Bairoletto
“Bandidos rurales, difícil de atraparles
Jinetes rebeldes por vientos salvajes
Bandidos rurales, difícil de atraparles
Igual que alambrar estrellas en tierra de nadie”
(León Gieco – Estrofa de la canción “Bandidos rurales”)
Hijo de inmigrantes italianos que llegaron a la
Argentina, Juancito Bairoletto fue un célebre bandido de principios de
siglo XX. En su juventud, mató en La Pampa al comisario de la ciudad
Eduardo Castex, tras un enfrentamiento por una prostituta del lugar. A
partir de ese hecho, escapó de la justicia e inició sus aventuras al
margen de la ley, cobrando notoria relevancia. Durante la década del 30,
no había delito por el que Bairoletto no sea acusado. Sin embargo -he
aquí lo contradictorio del héroe popular- robaba a los ricos para
repartir el botín entre los pobres. Esto hizo que, como buen gaucho que
era, fuera apreciado por ciertas clases sociales –que lo veían como su
justiciero- y despreciado por otras, que veían reflejados en su figura
todos los males de la sociedad de ese tiempo.
Bairoletto murió en su propia ley en 1941, en Colonia
San Pedro de Atuel, provincia de Mendoza. En medio de un enfrentamiento
con la policía, a la cual había burlado una y otra vez, se quitó la
vida de un disparo. Actualmente, es venerado por los más humildes,
quienes los días 2 y 11 de noviembre rinden homenaje al “Robin Hood
Criollo” en su tumba, encendiendo velas y pidiendo desde trabajo y
salud, hasta una solución para sus conflictos amorosos.
A medio camino entre el heroísmo y la delincuencia,
amado y odiado por distintos grupos sociales, la historia de Juancito
Bairoletto es uno de los relatos orales más relevantes de Mendoza y San
Juan. “Bandidos rurales” es el título de la canción que compuso León
Gieco para recordarlo.
En Mendoza
La leyenda de Termas de Cacheuta
En 1532, un chasqui llegó a las tierras de Cacheuta,
un poderoso cacique que dominaba las tierras de la actual Mendoza y sus
valles aledaños. El joven emisario no traía buenas noticias: Atahualpa,
el emperador incaico, había sido tomado prisionero por el conquistador
Francisco Pizarro y la única manera de conseguir su libertad, era
cumplir con lo que el heredero del Inti había ofrecido a los españoles:
llenar dos habitaciones de plata y una de oro “hasta donde alcanzaran
sus manos”.
Tras escuchar las noticas que llegaban desde el Perú,
Cacheuta aceptó de inmediato colaborar con la causa, a la que se habían
adherido otros pueblos hermanos. Unos días después, el cargamento con
los metales preciosos estaba listo y la caravana de llamas, ansiosa para
iniciar el largo recorrido.
Pero la expedición llegó a su fin cuando fue
interceptada, a mitad de camino, por enemigos armados, que exigían el
oro y la plata. En un gesto valiente, Cacheuta y sus hombres, lograron
llevar el tesoro hasta una grieta en el cerro y hacer frente a la
batalla. Sin embargo, el cacique solidario murió junto a muchos de sus
súbditos, puesto que los españoles los superaban en número y armamentos.
La tierra recién removida delató el lugar donde
habían sido depositados los metales preciosos. Pero cuando los traidores
fueron a sacarlo, chorros de agua hirviendo brotaron de las piedras,
evitando que lo sustrajeran. Los usurpadores murieron allí mismo, al
lado de las codiciadas riquezas.
Desde entonces, la leyenda de las Termas de Cacheuta
pasó de generación en generación como símbolo de la solidaridad humana y
la hermandad de los pueblos por su libertad. Y el agua que hasta el
día de hoy brota de la tierra, se brinda generosa a los que acuden
buscando alivio para sus males.